Las ciudades nacen y se desarrollan en el valle, por lo que tienden a tener una estructura alargada siguiendo el río. Suelen tener una calle más ancha que va perpendicular al río y una plaza, en torno a las cuales se desarrollaría la vida y el resto de calles.
En las ciudades vivían los nobles, con sus familias y sus sirvientes, los escribas de la administración, los sacerdotes, los soldados, los artesanos y comerciantes.
Los escasos restos hallados muestran que estaban rodeadas de una muralla de adobe.
Dentro, las angostas calles de tierra se cortaban en ángulo recto.
Los habitantes de cada barrio se agrupaban según sus rangos, había barrios reservados a las mansiones de los nobles, mientras que las pequeñas casas de artesanos y comerciantes estaban en otras zonas.
No existía un sistema de recogida de basuras, los ciudadanos las tiraban a la calle, donde las comían los animales, o las llevaban a unos vertederos instalados en el exterior de la ciudad, a veces cavaban un agujero en el jardín para enterrarlas.
En cuanto a las
viviendas, se realizaban de adobe, desde el imponente palacio del faraón a la casucha del más humilde campesino.
La casa egipcia típica tenía (dependiendo del status económico y social de sus ocupantes) entre tres y diez habitaciones, (normalmente en línea unas detrás de otras), siendo habitual en ellas el número de cuatro: una entrada, (donde se recibían a las visitas y en la que se encontraba un pequeño altar dedicado a alguna divinidad de la fertilidad), un cuarto central, (en el que se desarrollaba la mayor parte de los acontecimientos de la vida cotidiana), una cocina, (lugar de preparación del sustento, la cual disponía de una salida de humos en el techo, aunque a veces las tareas para la que estaba dedicada podían llevarse a cabo alternativamente en un pequeño patio o en el tejado), y el dormitorio, (para el merecido descanso de sus moradores).
Estas viviendas solían ser de una sola planta, y entre otros detalles adicionales podemos destacar estrechas aberturas a modo de ventanucos en la parte superior de los muros, (cuya misión era dejar pasar la luz del día pero no el polvo o el calor), una terraza, (que se orientaba siempre hacia el norte), aseos contiguos a los dormitorios, una bodega, (donde se guardaban las posesiones más importantes de la familia), un horno de ladrillos refractarios, (el cual era alimentado casi exclusivamente con excrementos secos de animales a veces mezclados con paja, combustible que tenía la ventaja de arder con facilidad, durante mucho tiempo, de forma limpia, y sin que despidiese malos olores), y un pozo de piedra, (de donde se obtenía el suministro de agua potable).
El tejado era en general plano, (aunque en raras ocasiones se llegaron a construir inclinados), el suelo de tierra compactada, (estando por debajo del nivel de la calle, colocándose en él en una especie de hondonada un brasero con el que mitigar el frescor de las noches de invierno), y las fachadas solían pintarse de blanco.