ORÍGENES DE LA CULTURA TARTÉSSICA.
Aún hoy, después de casi un siglo de estudios y una intensa tarea investigadora por parte de filólogos, historiadores y arqueólogos, seguimos sin encontrar conclusiones aceptadas unánimemente.
SE SIGUE CONSIDERANDO A TARTESSOS una cultura enigmática tanto por las contradictorias interpretaciones que se han hecho de las fuentes históricas, como por las diferentes hipótesis sobre el marco geográfico que ocupaba en sus distintas fases históricas o el momento en que se configuraron sus rasgos culturales. Pero también es verdad que otras cuestiones se han ido resolviendo a medida que la Arqueología ha ido corroborando o desechando algunos de sus aspectos más confusos.
Por ello, adentrarnos en la cuestión del origen de esta cultura, tan opulenta para unos y dependiente de la colonización fenicia y griega para otros, resulta cuanto menos espinoso, porque si no hay avenencia para definir sus rasgos más característicos, mayor dificultad supone exponer las causas que originaron su constitución y desarrollo. No obstante, y para no desalentarnos, se pueden exponer algunos hechos arqueológicos que ayudan a comprender la formación de la cultura tartéssica.Un triángulo entre Cádiz, Sevilla y Huelva.
Una vez admitida la imposibilidad de que Tartessos se deba identificar con un centro urbano dominador de un amplio territorio político, el problema estriba en acotar un espacio geográfico que reúna una serie de características mínimas que lo singularice culturalmente. Aunque el núcleo de la cultura tartéssica se desarrolló en un marco geográfico muy concreto, que se correspondería con el valle del Bajo Guadalquivir, la campiña gaditana y el sur de la provincia de Huelva, existen otras versiones que, aunque lógicamente parten de la evidencia de que el foco de la cultura tartéssica se situaba en el territorio aludido, extienden sus dominios culturales desde la desembocadura del Guadiana hasta la del Segura. Se amparan para ello tanto en las fuentes históricas, principalmente en la Ora Marítima de Avieno, así como en la presencia de algunos materiales arqueológicos recogidos en la costa levantina y la provincia de Granada, análogos a los aparecidos en el Suroeste peninsular.
No obstante, los rasgos que definen claramente la cultura tartéssica se circunscriben, al menos en su origen, al núcleo principal que, grosso modo, se corresponde con el triángulo que forman las actuales ciudades de Cádiz, Sevilla y Huelva, si bien, a medida que transcurre el tiempo y la colonización mediterránea hace acto de presencia, la cultura tartéssica logra penetrar hasta la Meseta Sur, la Baja Extremadura y la costa meridional portuguesa hasta la desembocadura del Sado.
Este territorio jugó desde los primeros momentos un papel fundamental para el desarrollo socioeconómico de Tartessos, de tal forma que sólo así podemos entender la rápida orientalízación que sufrió esta periferia geográfica tras la llegada de los fenicios y griegos a las costas meridionales de la Península, hasta tal punto que tras la decadencia de Tartessos -tres siglos después- esta zona limítrofe fue la encargada de mantener las raíces culturales heredadas, hasta su definitiva desaparición a fines del siglo V a.C., cuando lo ibérico ya había definido claramente sus rasgos socioculturales.
Para delimitar el territorio tartéssico en sus orígenes, se cuenta con dos elementos arqueológicos bien representados, las cerámicas decoradas con retículas bruñidas, consistentes en líneas irregulares en zigzag, y las pintadas o tipo Carambolo, que aunque también aparecen dispersas por algunos yacimientos de las zonas limítrofes, sólo se han podido documentar en momentos posteriores. Por el contrario, otro factor a tener en cuenta para centrarnos en el foco de la cultura tartéssica, es la ausencia de elementos que aparecen precisamente en esas áreas del entorno geográfico de Tartessos, caso de las estelas de guerrero, las estelas diademadas, la rica orfebrería del Bronce Final o algunos grupos cerámicas bien diferenciados en su forma y estilo decorativo de los del núcleo principal.
Más difícil, por el momento, es encontrar los rasgos más importantes que definen una cultura, como son los tipos de asentamiento que ocuparon, el ritual funerario empleado o el sistema religioso imperante. Sin embargo, sí se aprecia claramente un aumento de población, principalmente en Huelva, muy desdibujado en la fase inmediatamente anterior. Los poblados, siempre de modesto tamaño, se ciñen principalmente a los valles de los grandes ríos, donde buscaban un buen sistema de comunicación y recursos agrícolas importantes. Tampoco parece que sea esta una época precisamente conflictiva si nos atenemos a la ausencia de fortificaciones y a la situación de los poblados a media altura, caso de los documentados en El Carambola, Huelva, San Bartolomé, Valencina de la Concepción o Los Alcores.
EL PROCESO HISTÓRICO DE LOS TARTESSOS
El proceso histórico de Tartessos está en relación con un proceso de transformaciones estructurales que dan como resultado una diferencia clara entre las comunidades autóctonas meridionales del denominado Bronce Final de la Península, en el que no existen todavía estímulos coloniales, y las poblaciones de época posterior en las que la influencia mediterránea conduce a una realidad cultural nueva. En este proceso ha tenido lugar el contacto entre dos culturas distintas, la fenicio-oriental, de tradición urbana, economía desarrollada y diversificada y sociedad compleja y estratificada, con una estructura política avanzada en el marco de la ciudad-estado, y la autóctona del Bronce Final del Suroeste, rural de carácter preurbano, con una organización social simple y poco diferenciada, una economía agrícola y ganadera con muy poco peso de las prácticas artesanales y metalúrgicas y sin una clara especialización. Este panorama debió sufrir una profunda modificación por la demanda fenicia de metales, de lo que es un claro indicio la aparición y desarrollo de la industria de bronces tartésicos, el aumento de los yacimientos mineros explotados y de las cantidades de metal producidas, así como de nuevas técnicas (Río Tinto y Quebrantahuesos). El eje del motor económico se desplaza hacia las prácticas mineras y metalúrgicas, siendo los fenicios los agentes de esta transformación socioeconómica al aportar innovaciones en la minería y la metalurgia, así como el conocimiento del torno de alfarero y el hierro. Todo esto conduce a una diversificación de las prácticas económicas de las poblaciones locales, lo que favorece la tendencia hacia una diversificación y estratificación social, a la vez que se debilitan paralelamente los vínculos internos de parentesco de las poblaciones autóctonas, al orientar hacia el exterior a las unidades, que son a la vez productivas. El proceso de diversificación económico-social favoreció la aparición de sectores productivos especializados (minería, metalurgia, orfebrería y cerámica), con una mayor productividad que propicia la aparición de un excedente, del que se apropia una aristocracia militar, y el desplazamiento de la vida rural hacia formas de poblamiento de carácter netamente urbano, como puede verse en Cabezos de Huelva, Colina de los Quemados, Ategua y el Castro de Medellín.
Pero estas transformaciones estructurales no sólo tienen lugar localmente, sino a nivel regional. Como consecuencia de la demanda fenicia se hace preciso un control efectivo sobre las zonas de producción metalífera y sobre las vías internas de comunicación hacia la costa. Esta unificación de la estructura económica favorecía el desarrollo de tendencias hacia alguna forma de unificación política. Las fuentes literarias (Heródoto, Anacreonte y el viaje de Coleo de Samos) hacen referencia a un basileus Argantonio, que gobernaba sobre Tartessos en la segunda mitad del siglo VII a.C. y cuyas características eran gran longevidad, pacifismo y hospitalidad. No obstante, el término basileus no debe ser usado como testimonio inequívoco de la existencia de una monarquía tartésica, dado que los griegos lo utilizaban para referirse a los gobernantes de los pueblos bárbaros y por oposición a sus propios sistemas de gobierno. Hay que tener en cuenta, también, la posible falsedad histórica de las fuentes literarias que dan noticia de unas pretendidas dinastías mitológicas (Gerión, Gárgoris y Habis) para sustentar la existencia real de una monarquía tartésica de la cual Argantonio podría considerarse como descendiente. Además, arqueológicamente el Bronce Final del Suroeste únicamente nos permite hablar de unas sociedades incipientemente jerarquizadas sin traspasar la estructura de grupos familiares gentilicios con jefes de carácter guerrero. Por otra parte, hay que tener en cuenta las propias diferencias regionales y las particularidades culturales, con las diferencias socio-políticas y socioeconómicas derivadas. En el Suroeste, Huelva parece ser la zona que recibió un mayor impacto de la presencia fenicia con transformaciones más intensas. De este modo, según González Wagner, debemos considerar la muy probable existencia de un proceso de unificación política en torno al núcleo más avanzado, la región de Huelva. Tal proceso no se manifiesta en la aparición de un estado territorial con una estructura política monárquica, sino en una especie de confederación tartésica en la que los distintos caudillos locales reconocerían la autoridad de un jefe común, Argantonio. En todo el Mediterráneo y no sólo en Tartessos se conoce la existencia de un período orientalizante, que al parecer se debe más a un proceso de difusión cultural de técnicas y modelos de raíces orientalizantes que a una transformación profunda de las estructuras culturales propias de cada una de estas áreas, que siguen conservando su fondo original. Por otro lado, gran parte de estos restos materiales orientalizantes de carácter suntuario (marfiles, bronces y joyas) sólo son representativos de las elites locales y no del conjunto de la población tartésica. Con frecuencia estos objetos materiales tomados del exterior se superponen sobre las prácticas locales sin modificarlas. En otro orden de cosas, a partir del siglo VII a.C. la arqueología documenta un repentino crecimiento demográfico de los asentamientos fenicios del Mediterráneo Central y Occidental, a la vez que el establecimiento de otros nuevos, debido, al parecer, a la presión asiria sobre los territorios agrícolas fenicios del interior. Nos encontramos de este modo con un proceso en dos etapas: en un primer momento se producen transformaciones estructurales en el ámbito económico, social y político, debidas a la demanda comercial de los semitas y que aceleran la evolución del mundo autóctono, para pasar después a la implantación de comunidades agrícolas semitas en las tierras tartésicas del interior (Sevilla, Extremadura y quizá Córdoba). Se produce, de este modo, una asimilación de los indígenas, bien como mano de obra agrícola en los asentamientos coloniales fenicios, bien como fuerza de trabajo industrial en las factorías, que se convierten en elementos directos de aculturación.
Yacimiento de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz)
Raconstrucción del Santuario Tartésico de Cancho Roano
EL FINAL DE LA CULTURA TARTÉSSICA
Una serie de acontecimientos, entre los que posiblemente el principal sea la fundación de la colonia focense de Massalia (Marsella) influyen de manera clara en el debilitamiento del reino de Tartessos. La fundación de Massalia al final de la vía interior del estaño en la desembocadura del Ródano perjudicó al abastecimiento del estaño en el mediodía peninsular, de modo que a finales del siglo VI a.C. ya no existen representaciones de la gran metalurgia del bronce en Tartessos.
Los fenicios ya no pudieron proporcionar a los indígenas el estaño necesario para la fabricación de bronces y la propia actividad económica de los fenicios, que actuaban como intermediarios, se vio afectada, lo que se refleja en una importante crisis en los asentamientos fenicios del círculo del Estrecho. Políticamente este proceso desembocó en la ruptura de la unidad de la infraestructura económica regional y la consiguiente ruptura del equilibrio político, dividiéndose el territorio en un mosaico de "taifas" donde ningún jefe local estuvo en condiciones de controlar un territorio más amplio del que tradicionalmente pertenecía a su grupo. El periplo del almirante cartaginés Himilcón (ca. 500 a.C.) supone un intento de los cartagineses, que surgen ahora como potencia mediterránea, por reorientar de nuevo la demanda del estaño atlántico, en un momento en que la industria del bronce en Cartago es floreciente y se ha producido una crisis en Massalia. Parece ser que los cartagineses han devuelto el control del estaño atlántico a los fenicios de Gadir, que lo conservarán en época romana, probablemente a cambio de ser abastecidos de este mineral por ellos en condiciones ventajosas.
Al mismo tiempo Cartago sustituyó a los fenicios como proveedor de plata y otros metales en el Mediterráneo central y oriental. La actividad económica de los fenicios peninsulares se centró en la obtención del estaño atlántico, al menos por parte de Gadir, y en la explotación y comercio de la sal y sus derivados, probablemente ambos en régimen de monopolio, lo que no favorecía una reactivación de las prácticas económicas tartésicas tradicionales. Paralelamente se produce la transformación de una economía del bronce en una economía del hierro, propia ya de tiempos ibéricos, donde el Suroeste se vio relegado por otras áreas productoras de hierro. En resumen, se produce un estancamiento del mundo tartésico que adquiere unos rasgos arcaizantes frente al despegue de lo propiamente ibérico, donde los estímulos coloniales púnicos y griegos actuaron de modo similar a los fenicios en el Suroeste peninsular en la etapa anterior.
ENLACES WEB:
http://www.antropos.galeon.com/html/tartessos.htm
http://www.andalucia.cc/adn/0597doc.htm
http://www.dearqueologia.com/colonizaciones.htm
http://www.artehistoria.jcyl.es/artesp/contextos/3491.htm
http://www.uv.es/alabau/introduccion.htm PGINA COMPLETÍSIMA
BIBLIOGRAFIA
Tartessos ha sido objeto de varios Coloquios, Symposia y publicaciones de carácter monográfico, aparte de otros muchos estudios particulares. Entre los primeros destacan el V Symposium de Prehistoria Peninsular, Barcelona 1969 y el número 38-40, 1976-78 de la revista Ampurias. Sobre los orígenes de Tartessos la bibliografía más interesante es A. SCHULTEN, Tartessos, Madrid, 1945; J. MALUQUER DE MOTES, "Nuevas orientaciones en el problema de Tartessos", en I Symposium de Prehistoria Peninsular, Barcelona, 1959, págs 273-301; J. DE M. CARRIAZO, Tartessos y "El Carambolo", Madrid, 1973; J.M. BLÁZQUEZ, Tartessos y la colonización fenicia en Occidente, Salamanca, 1975; M. BENDALA, "Notas sobre las estelas decoradas del S.W. y los orígenes de Tartessos", en Habis, 8, 1977, págs. 177-207; Id., "Las más antiguas navegaciones griegas en España y el origen de Tartessos", en AEA, 52, 1979, págs. 33-38; Id., "Historia de Tartessos", en Historia de Andalucía, Madrid, 1980, págs. 93 ss.; M.E. AUBET, "Algunas cuestiones en torno al período orientalizante tartésico", en Pyrenae, 13-14, 1977-78, págs. 81-107; E. C. GONZÁLEZ WAGNER, Fenicios y cartagineses en la Península Ibérica, Madrid, 1983; Id., "Aproximación al proceso histórico de Tartessos, AEA, 56, 1983, págs. 3-37; Id., "Notas en torno a la aculturación de Tartessos", en Gerión, 4, 1986, pp. 129-160; J.B. CIRKIN, "Les grecs et Tartessos", en La region mediterranéenne durant le premier milenaire av. n. e., Leningrado 1984; Y.B. TSIRKIN, "The Greeks and Tartessos", en Oikumene, 5, 1986, págs. 163-171 y F. Gascó, "Gárgoris y Habis. La leyenda de los orígenes de Tartessos", en Revista de Estudios Andaluces, 8, 1987, págs. 127-145. Respecto al problema de las fuentes literarias y la arqueología pueden verse U. TÄCKHOLM, "Tarsis, Tartessos und die Säulen des Herakles", en OR, 5, 1965, págs. 143 ss.; Id., "Neue Studien zum Tarsis-Tartessosproblem", Opus, 10, 3, 1974, págs. 41-57; P. CINTAS, "Tarsis-Tartessos-Gadés" , en Semitica, 16, 1966, págs. 5-37; J. ARCE, "Tharsis-India-Aethiopia: a propósito de Hieronm., Ep. 37" , en Riv. Stud. Fen., 5, 2, 1977, págs. 127-130; M. ALMAGRO BASCH, "El problema de Tartessos según los documentos arqueológicos", en Cuaderni del Centro di Studi per l'archeologia etrusco-itálica 2, 1978, págs. 11-20 (=RUMadrid, 1, 1981, págs. 54-73); W. TYLOCH, "Le probléme de Tarsis a la lumiére de la philologie et 1'exegese", en II Congres International d'études des Cultures de la Mediterranée Occidéntale II, 1978, págs. 46 ss.; L. GARCÍA IGLESIAS, "La Península Ibérica y las tradiciones griegas de tipo mítico", en AEA, 52, 1979, págs. 131-140; L. GARCÍA MORENO, "Justino 44, 4 y la historia interna de Tartessos", en AEA, 52, 1979, págs. 111-131; S.B. HOENIG, "Tarshish", en Jewish Quaterly Rewiew 69, 1979, págs. 181 ss.; J. ALVAR, "Aportaciones al estudio del Tarshish bíblico", en Rív. Stud. Fen., 10, 1982, págs. 211-230; M. KOCH, Tarshisch und Hispanien, Berlín, 1984; J. GIL, "Tarsis y Tartesos", en Veleia, 2-3, 1985-86, págs. 421-432; E.C. GONZÁLEZ WAGNER, "Tartessos y las tradiciones literarias", en Riv. Stud. Fen., 19, 2, 1986, págs. 201-228; J.G. CHAMORRO, "Survey of archaeological research of Tartessos", en American Journal of Archaeology, 91, 1987, págs. 197-232; J. TISCHLER, "Der Ortsname Tarsos und Verwandtes", en Zeitschrft für Vergleichende Sprachforschung, 1987, págs. 339-350. Entre los trabajos sobre la realeza tartésica están los siguientes: A. SCHULTEN, "Tartessos, la más antigua ciudad de Occidente", en Revista de Occidente, 1, 1923, págs. 67-94; W. BURKERT, "Le myte de Géryon: perspectives préhistoriques et tradition rituelle", en B. Gentili y G. Paione, Il mito Greco, Atti del Convegno Internazionale, Urbino 1-12 Mayo, 1973, Roma, 1977, págs 273-283; J.C. BERMEJO "La función real en la mitología tartésica. Gárgoris, Habis y Aristeo", en Habis, 9, 1978, págs. 215-232; Id., Mitología y mitos en la Hispania prerromana, Madrid, 1982. La sociedad y la economía de Tartessos, aparte de en varios de los títulos ya antes mencionados, puede verse en J J. JULLY, "Le marché du métal en Mediterranée Occidentale au premier âge du fer: sémites et etrusques", en OR, 6, 1968, págs. 27 ss.; J. ALVAR, "El comercio del estaño atlántico en el período orientalizante", en MHA, 4, 1980, págs. 43-49; A. BISI, " Elementi orientali e orientalizzanti nell'artigiano tartessico", en Riv. Stud. Fen., 8, 1980, págs. 225 ss.; A. PRIETO ARCINIEGA, "La pervivencia del elemento indígena en la Bélica", en Faventia, 2, 1, 1980, págs. 37-46; M.E. AUBET, "La aristocracia tartésica durante el período orientalizante", en Opus, 3, 1984, págs. 445-468; M.C. FLORIDO NAVARRO, "Las ánforas del período orientalizante e iberopúnico del Carambolo (Sevilla)", en Habis, 16, 1985, págs. 487-516. Las relaciones entre Tartessos y el mundo griego y fenicio, así como la influencia de estos elementos en el origen de la cultura ibérica pueden verse, aparte de en trabajos ya antes citados, en J.P. MOREL, "Les phoceens dans 1'extreme Occident vus depuis Tartessos", en La parola del passato, 120-123, 1970, págs. 285-289; M. ALMAGRO BASCH, "Las raíces del arte ibérico", en L'Aniversario de la Fundación del Laboratorio de Arqueología, 1924-1974, Valencia, 1975, págs. 251 SS.; Id., "Resistencia y asimilación de elementos culturales del Mediterráneo oriental en la Iberia prerromana", en Assimilation et résistence á la culture gréco-romaine dans le Monde Ancien, Bucarest-París, 1976, págs. 126-130; O. ARTEAGA y M.R SERNA, "Influjos fenicios en la región del Bajo Segura", en CAN, 13, 1975, págs. 737-750; L. ABAD CABAL, "Consideraciones en torno a Tartessos y el origen de la cultura ibérica", en AEA, 52, 1979, págs. 175-193; M. BENDALA, "Las más antiguas navegaciones griegas en España y el origen de Tartessos", en AEA, 52, 1979, págs. 33-38; J. ALVAR, La navegación prerromana en la Península Ibérica: colonizadores e indígenas, Madrid, 1981; Y.B. TSIRKIN, "The Greeks and Tartessos", en Oikumene, 5, 1986, págs. 163-171. Sobre la escritura véase J. DE Hoz, "Escritura e influencia clásica en los pueblos prerromanos de la Península Ibérica", en AEA, 52, 1979, págs. 227-250; Id., "Escritura fenicia y escrituras hispánicas. Algunos aspectos de su relación", en Aula Orientalis, 4, 1986, págs. 73-84; J.A. CORREA, "Escritura y lengua prerromanas en el sur de la Península Ibérica", en Unidad y pluralidad en el mundo antiguo, Actas del VI CEEC, Madrid, 1983, págs. 397-411.