sábado, 20 de junio de 2009
Hay que tener en cuenta que la mayor parte de la población europea era cristiana. la Iglesia mantenía la unidad de los creyentes, y se encargaba de fijar sus obligaciones religiosas. Toda la vida social o privada estaba marcada por la intervención de la Iglesia.
La iglesia era una institución muy rica, poseía inmensos feudos y cobraba a los cristianos el diezmo (impuesto para mantener al clero).
Dentro del clero, se distinguen dos grupos: el clero secular, formado por sacerdotes que dependen directamente de los obispos, y el clero regular o monacato, compuesto por los monjes y las monjas. Los monjes y monjas vivían en monasterios y abadías, dirigidos por un abad o una abadesa. Los abades obedecían al director de la orden, que estaba sometido al papa.
El monacato se había iniciado en Occidente en el siglo V con san Benito de Nursia, fundador del monasterio de Montecassino (Italia), y con la regla benedictina, basada en la oración y el trabajo (ora et labora).
Este movimiento monacal experimentó dos notables impulsos a través de dos reformas de la orden benedictina. La primera partió de la abadía de Cluny (Francia), fundada en el año 910. Los monjes cluniacenses, propagadores del arte románico, afianzaron la autoridad del papa y se extendieron por Europa con gran rapidez. A fines del siglo XI había más de 1.400 monasterios cluniacenses. La segunda reforma se inició en el monasterio de Cîteaux (Francia); por eso sus monjes -iniciadores del arte gótico- reciben el nombre de cistercienses. La nueva espiritualidad se traducía en una mayor austeridad y disciplina.
La tercera reforma fue la de las órdenes mendicantes, ya en el siglo XII, que establecieron sus propias reglas. Las más importantes fueron la orden de los franciscanos, que predicaba la espiritualidad y la pobreza, y la de los dominicos.
La vida en un monasterio.
Los monasterios eran enormes y tenían muchas dependencias: la iglesia, el comedor o refectorio, la sala capitular en la que se reunían todos los monjes, la hospedería en la que dormían los peregrinos, el claustro o patio en el que los monjes paseaban y meditaban, la biblioteca, los huertos... En algunos monasterios todos los monjes dormían juntos en una gran habitación, pero en otros cada uno tenía su propia celda.
La vida en el monasterio estaba regida por una regla, es decir, por un conjunto de normas, que afectaban a las tareas que podían hacer, a los horarios en los que debían realizar cada actividad y a su forma de vida: por ejemplo, algunas órdenes prohibían hablar; otras eran de clausura, esto es, los monjes no podían salir al exterior ni ser vistos por nadie que no perteneciera a la orden.
Cada orden tenía su propia regla. En los monasterios los monjes se dedicaban principalmente a la oración y la meditación. Pero también realizaban trabajos manuales. Unos trabajaban en el huerto, ayudados por numerosos siervos. Otros copiaban manuscritos en la biblioteca del monasterio y los decoraban con hermosas miniaturas. Sin la labor de estos monjes, gran parte de los escritos de los antiguos griegos y romanos, y de los intelectuales de la Edad Media se habrían perdido para siempre.
En este fragmento de la película El Nombre de la Rosa puedes ver como se trabajaba en un scriptorium y las rígidas normas monásticas.
En los monasterios los monjes se encargaban de copiar a mano libros clásicos, que además embellecían dibujando coloristas miniaturas. Este tipo de trabajo no fue un invento medieval, sino que se venía realizando desde la más remota antigüedad y duró hasta la invención de la imprenta.
El primer material que se utilizó fue el pergamino, hecho con piel de oveja, cabra, ternero o asno. Los pergaminos se cortaban en hojas que podían tener distinto tamaño dependiendo del manuscrito. A partir del siglo XII comenzó a utilizarse el papel, que se confeccionaba con lino o cáñamo.
El ocio es enemigo del alma: por eso, los monjes debemos dedicarnos determinadas horas al trabajo manual y otras a la lectura de los libros sagrados. Por eso recordemos que una y otra ocupación deben ser regladas [...]. Si las condiciones del lugar o la pobreza les obligan a recoger la cosecha por sí mismos, no se entristezcan, porque entonces son verdaderamente monjes si viven del trabajo de sus manos, como nuestros Padres y los Apóstoles. Sin embargo, dispóngase todo con mesura, por deferencia para con los débiles.
1 comentarios:
Profesor, Gracias por divulgar y difundir de una manera tan clara. Una obra magnífica.
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